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¿Qué son los comportamientos de riesgo?
Katchadourian (1983), estableció como comportamiento, aquella actividad de un individuo, incluyendo los fenómenos observables e informes verbales acerca de estados o experiencias subjetivas. Douglas (1996), al respecto ha señalado: "Las nociones de riesgo no están basadas en razones prácticas o en juicios empíricos. Son nociones construidas culturalmente que enfatizan algunos aspectos del peligro e ignoran otras. Se crea así una cultura del riesgo que varía según la posición social de los actores." Una de las paradojas que señala este autor, consiste en que el público no ve los riesgos de la misma manera que los expertos lo analizan de su punto de vista técnico. El problema tampoco se reduce a una cuestión de Educación Pública que acerque los conocimientos expertos a los conocimientos populares. La aceptación de sus riesgos no es simplemente una cuestión de elección probabilística de determinados peligros para conseguir determinados beneficios por parte de individuos libres de todo prejuicio cultural. Los análisis de los peligros que invaden al individuo contemporáneo no pueden hacerse sin prescindir de un análisis cultural de la distribución de la culpa en diferentes niveles sociales. Los grupos sociales utilizan el riesgo para controlar sus incertidumbres y afirmar sus normas en la sociedad (Douglas, 1996).
Son numerosas las observaciones de comportamientos de riesgo de los adolescentes que no logran ser modificados, pese a la información que se les proporciona por expertos. Un factor contribuyente a esta situación se puede encontrar en los enfoques de interpretación de los significados que los adolescentes, le asignan a lo que está alrededor de los riesgos y las protecciones y a los comportamientos mismos, en lo que constituye su experiencia subjetiva en esos aspectos y que configura su sentido común (Castro, 1995). Aún más, el significado que un grupo de esa edad pueda asignar a lo que los adultos entendemos por riesgo o protección puede ser totalmente inverso. Morris (1993) encontró en un estudio realizado en grupos focales de padres y de adolescentes, que los conceptos de riesgo y comportamientos de riesgo no permiten una comunicación adecuada. Mientras los padres y adolescentes conocen las consecuencias de las conductas de riesgo, ellos las ven como "pasarlo bien". Ellos hablan de cosas buenas y cosas malas, ambos las ven como inevitables y normales en los jóvenes pero los padres no las aceptan, pues sienten que ellos no tienen un margen de seguridad aceptable.
En 2010 cerca de uno de cada 5 jóvenes accedía a la educación superior en México, lo que exige a las universidades constituirse en un espacio ideal para implementar medidas que redunden en la mejora y mantención de las condiciones de salud de los jóvenes. El grupo etario de los estudiantes universitarios experimenta cambios importantes al pasar de la Educación Media a la universitaria: se reduce la supervisión de los padres, se incrementa la presión por sobresalir, generar y mantener nuevas redes sociales. Por otra parte, deben asumir responsabilidad por su Educación con énfasis en la competencia y el éxito, así como lograr mayor autonomía (Perry, Hall, & Ruthing, 2005). Además, por ser un periodo de experimentación, sus condiciones de vida pueden ser afectadas negativamente como lo reportan las encuestas nacionales de Salud de México que describen proporciones significativas de jóvenes, en riesgo de embarazo e infecciones de transmisión sexual, exposición a drogas, con insuficiente actividad física, inadecuada conducta alimentaria y eventos de violencia (Instituto Nacional de Salud Pública, 2007; Secretaria de educación pública, Instituto Nacional de Salud pública, 2010). Por ello, ya hace más de una década se planteaba la importancia de desarrollar políticas integrales de Educación que incluyeran a la Salud (Maddaleno, Morello, & Infante-Espínola, 2003).
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